Encerrados y sin poder trabajar,
decidieron emprender el viaje en bicicleta que duró 13 días.
Fueron 13 los días que pedalearon
cinco indígenas wayuu en una aventura que emprendieron y que los obligó a
atravesar gran parte del país, desde Bogotá hasta su ranchería en La Guajira.
Atrás dejaron las dificultades que
tenían por el aislamiento preventivo obligatorio, para volver a su tierra, de
donde salieron en enero buscando una mejor vida para ellos y sus familias.
Sin
embargo, la COVID-19 cambió todos los planes que tenían y se atravesó en sus
sueños de salir adelante, para
lograr lo que no habían podido hacer en el territorio ancestral que los vio
nacer.
“A pesar de todo fue un viaje
bacano”, dice Duvis Gouriyú, uno de los viajeros, quien junto a sus compañeros
de aventura, que también son sus familiares, decidió montarse en su
bicicleta y salir de la capital del país, donde no encontraba nada
qué comer o cómo mantenerse.
“Allá estábamos encerrados, sin poder
trabajar y sin ninguna ayuda, por eso nos fuimos y como no teníamos plata,
decidimos hacerlo en las bicicletas”, asegura el wayuu. En Bogotá se dedicaban
a vender en las calles ropa usada o cualquier otra cosa que les regalaban, pero
al no poder seguir haciéndolo, tomaron
lo poco que tenían y emprendieron el viaje de regreso el pasado 17 de abril.
Dicen que llegaron muy cansados, pero
felices de estar al lado de sus familias, junto a los chivos que divisan desde
un chinchorro guindado en la enramada, donde se sienten más tranquilos. “Aquí
por lo menos alguien nos ayuda, estamos cerca de nuestra gente, pero allá no
conocíamos a nadie”, afirma Duvis con la esperanza de que aquí sí pueda recibir
alguna ayuda del gobierno local.
Explica que durante los días de viaje
dormían donde los cogiera la noche, porque no tenían plata para hospedarse en
algún hotel y en algunos que consultaron, no los dejaron quedarse. “Siempre
buscábamos el monte, lugares despoblados donde no nos viera nadie, aunque
sentíamos miedo”, indicó.
La
primera noche afirma que la Policía los detuvo en el corregimiento de Chía, los
embarcó en un carro de la institución y los dejó en la vía que va a la costa
Caribe. De ahí en adelante los pararon
varias veces, en alguna de las cuales les lavaban las manos y les desinfectaron
las bicicletas.
“Con esta pinta de wayuu que tenemos,
no nos pusieron tanto problema y nos dejaban pasar”, anota Duvis entre risas.
Cocinar no fue un gran problema. Lo
hicieron ahí mismo donde dormían en improvisados fogones, tal y
como lo hubieran hecho en su comunidad, en el corregimiento de Paraguachón de
Maicao.
Aunque durante los trece días solo
pudieron comer maíz tostado, algo de arroz y algunas frutas. El agua también
era escasa y por eso en los últimos días tenían que tomarla de arroyos o
vertederos que encontraban en el camino.
“Fue algo dura esa parte, pero
logramos el objetivo y llegamos con bien a nuestra tierra”, aseguró Duvis.
Así como sufrieron, también
disfrutaron de los paisajes hermosos que iban encontrando en el camino, las
montañas, los árboles, las flores, así como los ríos y riachuelos que sirvieron
para bañarse y asearse.
“No todo fue feo, disfrutamos mucho,
nos tomamos fotos, conocimos muchas ciudades, pueblos y comunidades de nuestro
país, nunca habíamos pensado hacer este viaje así, pero nos tocó por la
pandemia”, expresó Duvis.
En estos momentos solo espera que
alguna ayuda llegue a su comunidad, donde carecen de muchas cosas, pero donde
sí tienen el calor familiar que tanto añoraban en Bogotá.
“Por ahora no queremos volver allá,
esperaremos a ver qué pasa con este virus y después decidiremos”, puntualizó el
wayuu.
Vía @elheraldoco
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