La ciudad de Riohacha, capital de la Guajira, enfrenta uno de sus
momentos más críticos en términos de inseguridad. Los índices de homicidios han
escalado alarmantemente, situando a la ciudad no solo como la más violenta del
departamento, sino también entre las más peligrosas de la región Caribe. El
panorama refleja un desgobierno evidente, marcado por la falta de voluntad
política de las autoridades locales, y la preocupación de la ciudadanía es más
palpable que nunca.
En
años recientes, Riohacha ha superado con creces la media nacional de
homicidios, que se encontraba en 55 a 60 por año. Hoy, la cifra alcanza los 80
y 90 casos anuales, duplicando el impacto en las estadísticas de seguridad a
nivel nacional. De aportar un 0,4% de los homicidios en 2018-2019, Riohacha
ahora representa entre el 0,7% y el 0,8% del total en Colombia.
El
panorama local no es menos desalentador. Si antes la ciudad contribuía con un
25-28% de los homicidios en la Guajira, hoy ese aporte asciende al 45%,
consolidando a Riohacha como el epicentro de la violencia en el departamento.
La administración del alcalde Genaro Redondo Choles y su
secretario de Gobierno, Wilson Rojas Vanegas, ha sido objeto de fuertes
críticas por su inacción e incapacidad para implementar políticas públicas que
enfrenten el problema de la inseguridad. Mientras los riohacheros viven en
zozobra, las autoridades parecen más preocupadas por proyectar una imagen
ficticia a través de videos y fotografías, desconectadas de la cruda realidad
que enfrenta la ciudad.
Homicidios
selectivos, vendettas, ajustes de cuentas y robos se han normalizado en
cualquier parte de la ciudad, sin importar la hora ni el lugar, dejando una
estela de miedo e incertidumbre entre los habitantes. No se han implementado
programas efectivos que promuevan la seguridad ciudadana ni se han tomado
medidas para reforzar el orden público.
Riohacha enfrenta un desafío
monumental, pero no es tarde para actuar. Este es un llamado a la unión y a la
acción conjunta entre autoridades y comunidad para recuperar la paz y la
seguridad que tanto anhela la ciudad. El primer paso es superar el desgobierno
y la inercia, priorizando el bienestar de los ciudadanos por encima de los
intereses políticos o personales.
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