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jueves, 30 de abril de 2020

LA GUAJIRA ENFRENTA LA PANDEMIA CON HAMBRE Y SIN AGUA POTABLE


La semana pasada, falleció la primera persona infectada por el Covid-19 en el departamento, una residente de 46 años en Riohacha. 
Antes de que se confirmaran los tres nuevos contagios relacionados con la fallecida, de quien no se sabe cómo se enfermó, la secretaría de Salud de Riohacha, Viviana Flórez, ya había dicho que las investigaciones epidemiológicas realizadas hasta ahora “hacen sospechar que posiblemente el virus esté circulando libremente en nuestro Distrito”.
Aunque el virus solo se ha confirmado en Riohacha (tres casos activos, uno recuperado y una fallecida), esto también prende las alarmas en los otros 14 municipios de La Guajira porque si mantener la cuarentena ha sido difícil para todo el país, lo es mucho más en este departamento. Allí, el agua potable llega a menos de la mitad de los municipios, el 40 por ciento de la población no tiene energía eléctrica, y hablar de teletrabajo es una utopía.

La crisis de agua

Solo en el último cuatrienio, el departamento tuvo ocho gobernadores entre titulares y encargados, y esta crisis institucional llegó a que desde 2017, los recursos de agua, salud y educación están intervenidos por el Gobierno Nacional.
Según el censo de 2018, más de la mitad de la población no tiene servicio de acueducto y, de acuerdo con el viceministro de Agua, José Luis Acero, solo seis de los 15 municipios (Riohacha, Maicao, El Molino, Hatonuevo, Distracción y San Juan) cuentan con agua potable. 
Incluso en lugares como Maicao, que según Acero reciben agua potable, la mayoría la gente compra pimpinas de agua por 3 mil pesos.  
“A las personas que no están acostumbradas esa agua les da diarrea, aunque acá algunos la consumen”, nos dijo la abogada y escritora wayúu, Estercilia Simanca Pushaina. Encima, el agua del acueducto solo llega una vez a la semana. 
Aunque para lavarse las manos, la medida de prevención más efectiva contra el coronavirus, se puede usar agua no potable, a veces tampoco tienen acceso a ella, porque las plantas desalinizadoras o muchos de los molinos, jagüeyes y pozos de donde sacan el agua en los corregimientos se encuentran deteriorados o dañados. 
“A eso súmale que no ha llovido en todo el mes y que el pozo artesanal que tenemos en la orilla del mar no abastece porque el nivel del mar está bajísimo”, añade Juan Luis. 
La falta de luz en la mitad del departamento también golpea el suministro de agua porque las máquinas que bombean el agua o las plantas desalinizadoras no funcionan sin luz. La docente Alicia Dorado nos dijo que en Nazareth sólo hay energía eléctrica entre 6 y 10 de la noche, por ejemplo.
Para garantizar el suministro de agua, el viceministro Acero dijo a La Silla Vacía que la Administración Temporal que maneja los servicios intervenidos en la Guajira, en coordinación con el Gobierno, contrató más de 100 carrotanques con cisterna para entregar 44 millones de litros de agua y se habilitó parte del caudal de la represa del río Ranchería y pozos en Manaure, Castilletes, Riohacha y Maicao.

Cuarentena y pobreza

Además de la escasez de agua, La Guajira debe cargar durante la pandemia con otros lastres históricos como la pobreza, un deficiente sistema de salud y una  informalidad generalizada que hace que la cuarentena se cumpla a medias. 
El gobernador de La Guajira, Nemesio Roys, contrató 13 mil mercados que repartió en todos los municipios. Aún así, siguen siendo insuficientes para atender las necesidades de la población y lograr que cumplan la cuarentena.  
Nueve de cada diez guajiros viven del trabajo informal y solo el diez por ciento tiene acceso a internet, con lo cual el teletrabajo y el telestudio no son una opción.
Las ayudas humanitarias son fundamentales para que la gente no se vea obligada a salir, en especial teniendo en cuenta que es el segundo departamento con más pobres del país después de Chocó. El 53 por ciento de los guajiros -511.830- viven en la pobreza. 
La pobreza en el departamento es tal que, aunque se han reducido los índices históricos, aún los niños se mueren de hambre
Hasta febrero, el Sistema Nacional de Vigilancia en Salud Pública (Sivigila) registró 287 casos de desnutrición; la lideresa wayuu Rosa López ha alertado que en su comunidad en Uribia 45 niños están en estado crítico de desnutrición. 
Como se sabe, la desnutrición aumenta exponencialmente la vulnerabilidad frente al coronavirus.
“Los niños y niñas menores de cinco años podrían ser los primeros en morir si el virus se expande a países con una alta carga de desnutrición”, alertó Antonio Vargas, responsable de salud y nutrición en la ong Acción contra el Hambre.
La situación de los wayúu es tan dramática que durante las dos primeras semanas de este mes, algunos indígenas bloquearon la vía Troncal del Caribe que comunica a Riohacha y Maicao exigiendo alimentos y abastecimiento de agua, y de paso, también cobraron peajes ilegales. 
Como el bloqueo impedía el paso de los camiones que llevaban las ayudas humanitarias, 43 de ellos fueron arrestados. 
Pese a estas dificultades, el antropólogo y exgobernador encargado de La Guajira, Weildler Guerra, considera que para enfrentar esta pandemia los wayuu tienen la ventaja de que “no se agrupan en grandes concentraciones, son comunidades aisladas”. 
En general, esta baja densidad es la condición de la mayoría de los municipios de La Guajira. Pero, paradójicamente, el hacinamiento en las viviendas es altísimo, lo que dificulta el aislamiento obligatorio y facilita los contagios.
En varios municipios, sencillamente, no se está cumpliendo con el confinamiento.
Por ejemplo, Maicao, municipio fronterizo con Venezuela y reconocido en el país por su flujo comercial, ha mantenido el mercado a tope durante la cuarentena. 
“Eso ha sido un desorden todo estos días, he visto tanta gente como antes de la cuarentena”, nos dijo el periodista José Luis de La Hoz.
Debido a las aglomeraciones, el jueves la Alcaldía puso vallas y policías permanentes para que se cumpliera el pico y cédula. Pero aún así los amontonamientos son considerables. 

En ese municipio y en Riohacha se forman colas para el pago de subsidios; en Uribia, se amontona la gente cuando llegan camiones con ayuda humanitaria; y en Villanueva, circulan fotos de jóvenes jugando en el agua lluvia. Hasta el momento, la Policía ha impartido 5.374 comparendos por el incumplimiento de la cuarentena. 
Y como si todo lo anterior no fuera ya suficiente, se le suma la migración venezolana, que por su condición fronteriza, hace de la Guajira el tercer receptor del país, solo superado por Bogotá y Norte de Santander. La frontera está cerrada, pero hay más de 150 trochas ilegales, con lo cual si del vecino país entran personas contagiadas pasarían bajo el radar de las autoridades.
La bomba de tiempo
La desnutrición, el hacinamiento, la migración y el incumplimiento del confinamiento, son una bomba de tiempo en un departamento con un sistema de salud tan débil.
La salud es uno de los rubros intervenidos por el Gobierno Nacional. No obstante, tras solicitud del gobernador Roys, el presidente Iván Duque firmó un decreto el 12 de abril que le devuelve a la Gobernación la competencia para ordenar gastos durante la emergencia.
El administrador temporal de Salud, Julio Saenz, nos confirmó que actualmente La Guajira cuenta con 93 camas de UCI y tiene proyectadas adquirir 55 camas UCI más, unas 40 menos de las que el mismo departamento cree que eventualmente necesitará para atender el pico de contagios si se cumplieran las medidas de aislamiento. 
El único hospital de alta complejidad de La Guajira es el de Nuestra Señora de los Remedios en Riohacha y tiene dos de mediana complejidad en Maicao y en San Juan del Cesar. 
El jueves en Riohacha, trabajadores de la salud realizaron una caravana en la que pasaron por el hospital Nuestra Señora de los Remedios, por varias clínicas y por la Secretaría de Salud Departamental protestando por la falta de elementos de seguridad para protegerse del virus.
De expandirse el coronavirus, los lastres históricos de La Guajira pasarán su factura.

Vía La Silla Vacía

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